When Besta Mlowe was born 18 years ago in the town of Ifunda in Tanzania, it seemed this would be her future: she would marry young, have many children, be dominated by her husband and live in a mud hut.
Mlowe was the second born in a family of four children. When she was 2, her father abandoned the family. When she was 14, her mother died. She and her siblings had been working in the fields to get money for food, and Besta had been to primary school and had learned to read in Swahili.
After her mother’s death, the four Mlowe children went to live with their grandparents in a village in the Kilolo District of Iringa. Now, her grandfather is 85 and unable to work. The children cultivate maize and beans, living in a small hut with a dirt floor.
But Mlowe has also accomplished the unexpected. She is a water well driller earning 80,000 Tanzanian shillings (tsh) — about $75 — a month. As a female well driller, she is a trailblazer in a country where gender roles are well defined and rarely challenged.read more
At about 6:30 a.m. on a recent March Monday, a Chico dad left his home with a friend to pick up some milk before going to a construction job. He noticed he was being followed by a Durango van that had parked near his house, and when he stopped, the van parked, too.
He was approached by officers from Immigration, Customs & Enforcement (ICE) who had a few questions. They wanted to verify his name, see identification and know whether he had “papers” that prove legal residency. He and his friend — both undocumented immigrants — were soon handcuffed and placed in the back of the van.
The Chico man and his wife — for the purpose of this story, “David” and “Margarita,” — asked that their real names not be used to protect their family’s privacy. David and his friend were picked up in an immigration sweep that may have stretched from Red Bluff to Gridley over the past few weeks.read more
When Shannon Anderson asked the police who were on the porch of her Orland home why they planned to arrest her, an officer radioed the question to headquarters.
It was a recent March Monday, and Anderson had answered the door in her shorts, t-shirt and socks, hardly expecting to be greeted with handcuffs. She was shocked by the one-word response that came back over the Orland police radio: Truancy. Then, the 37-year-old mother of four was booked into Glenn County Jail in Willows on a $10,000 warrant.
Anderson soon realized she had been arrested in connection with her dispute with the Orland Unified School District over her youngest son’s attendance record. Her 8-year-old son Logan suffers from asthma, the cause of most of his 24 absences this school year. Anderson has only been able to persuade the school to excuse 14 of the absences, even though she says that in many cases the district nurse agreed Logan should go home.read more
Growing up speaking Mandarin, Spanish and English is something I took for granted. It was not something I was proud of (much less boasted about) because most of my classmates were not racially mixed and they saw it as being odd or strange.
Before starting school, I never thought anything of it. But one day in first grade my friend commented on how weird it was that my parents were from such different countries. That was the beginning of a long period during which I often tried to hide my mixed heritage from my peers because I wanted to blend in.
My mother was born in Shanghai, China, and at the age of 19 came to San Francisco during the Cultural Revolution to attend Lincoln University. She later transferred to San Francisco State to finish her degree. My father, born in Esteli, Nicaragua, had left the political chaos of his homeland during the 1980s to move to California. First he went to Los Angeles, and later to San Francisco. He had a series of self-employed jobs and eventually ended up working in real estate.read more
Butte and other counties in rural Northern California’s 2nd Congressional District suffer from higher-than-average rates of chronic diseases that would respond to prevention, and if it was more available, routine care. Our counties pay in terms of both personal health and emergency-room/hospital-care costs.
State Research Analyst Mike Kassis pointed out that access to primary/preventive care depends in part on affordability (which usually means having health insurance.) The recently-published study Kassis worked on for the Office of Statewide Health Planning and Development shows that $3.5 billion was spent on “preventable hospitalizations” in the state in 2008.
The number of Californians without insurance increased in 2009 in every county; the statewide average was 24 percent, according to a study by UCLA’s Center for Health Policy Research. But Butte and most other counties in the 2nd Congressional District exceeded the state average.read more
Trata de pensar en alguna vez que conociste a alguien quien hablaba un idioma diferente que el tuyo. ¿Cuál fue la primera cosa que querías saber cómo decir? A lo mejor, preguntaste a dicha persona como maldecir en su lenguaje.
Especialmente, para los que están tratando de aprender un idioma nuevo es casi un prerrequisito saber manejar vocablos vulgares. No sólo porque ese vocabulario nuevo abre las puertas a un mundo inmenso de expresión, sino porque también le da al hablante novicio un sentido de poder, sabiendo que es capaz de cruzar fronteras lingüísticas para escandalizar, insultar y emocionar.
Mi amiga, Samantha, y yo decidimos iniciar una investigación sobre este terreno prohibido para nuestro trabajo final de lingüística en la Universidad Estatal de Chico. Después de un mes riguroso de búsqueda de datos en bares, restaurantes y las casas de amigos, nos quedamos con diez entrevistas a personas de México, Colombia y Guatemala. El resultado final fue un análisis sobre la diferencia del léxico español entre los tres países, centrado en las prohibiciones socioculturales que provocan temas vulgares. Nos centramos específicamente en los temas controversiales como el sexo, la religión y la clase social.
Conocí a la primera participante al azar en una degustación de tequila y se ofreció a ser entrevistada. Originalmente de Jalisco, México, Ángeles es una maestra de español en un colegio de la comunidad. Nos reunimos con Ángeles en un restaurante mexicano y estaba muy emocionada para participar en nuestro estudio porque ella había dado una clase para los policías sobre jerga y profanidades españolas. Nos comentó que la primera cosa que enseñaba a los vigilantes era la frase más fuerte y más ofensiva que una persona puede decir a otra: “¡c – – – – a tu madre!”
Aunque la palabra “madre” puede evocar sentimientos positivos, ha evolucionado hasta convertirse en un insulto, puesto que se refiere a la violación de una mujer. Después de una lección sobre lo ofensivo que puede ser “la madre,” cambiamos de tema. Pasamos a hablar sobre otro caso de corrupción de una palabra estándar – el verbo “coger.”
Originalmente, ese verbo significa “asir” o “agarrar,” pero la connotación de dicho verbo en México es sexual por la razón de que se usa para referir a la acción de “penetración sexual.” Nuestras carcajadas sobre la diferencia de significado entre la frase “ser bien cogido” de España (donde quiere decir que un matador está colgado en los cuernos de un toro) y México, atrajo la atención de un señor que estaba almorzando con su familia. Nos echó fuego por los ojos desde el otro lado del restaurante, pero Ángeles sólo hizo una broma acerca de lo que estaba haciendo era educativo y continuó con la lección.
La segunda entrevista fue con Verónica, una maestra de español de Colombia. Después de una breve introducción por teléfono, Samantha y yo manejamos a una casa en las colinas de Paradise donde vive la colombiana. Entramos a una comunidad cerrada y nos impresionaron las casas enormes a las que no les faltaba mucho para ser mansiones. Pocos minutos después, encontramos el palacio, tocamos la puerta y nos recibió una mujer de edad avanzada. Nos llevó a la sala y nos dijo que pronto regresaría.
Samantha y yo nos miramos con la misma cara de preocupación: ¿estamos realmente a punto de pedir a esta dulce abuelita que nos insulte con las palabras más feas que conozca? Pero nuestros temores desaparecieron cuando regresó la señora y nos dimos cuenta de que ella no era Verónica, ¡sino su madre! Verónica comenzó la entrevista con una descripción de la grosería más utilizada en su tierra natal: “mierda.”
Nos explicó que a través del tiempo, dicha palabra se ha pasado de ser una maldición para convertirse en un vocablo coloquial. Por ejemplo, se puede usar el término para expresar que alguien se fue muy lejos (“ese tipo se fue para la mierda”), trabajó muy duro (“ese tipo se sacó la mierda”), o para insultar la inteligencia de otra persona (“ese tipo no sabe ni mierda”).
Otro tema que sirvió como fuente de malas palabras fue la clase social. Tanto en Colombia como en los otros países latinoamericanos, la clase social es muy importante y asimismo es un punto de sensibilidad para la gente. Insultar la posición social de una persona puede ser algo muy ofensivo. En Colombia, por ejemplo, decir que alguien es “malparido” es horrible porque se refiere al hecho de que no nació de clase “bien” o sea, la clase alta.
Además, en los tres países del estudio la mayoría de los insultos de clase social hacen alusión a la inteligencia de dicha persona. Por ejemplo palabras como “huebón,” “pendejo” e “idiota” aluden a sentimientos de estupidez y asimismo de pobreza. No obstante, en países donde existe una población grande de gente indígena, un insulto muy fuerte es decir que alguien es un “indio” porque dicha gente suele estar relacionada con los niveles sociales bajos.
La tercera entrevista fue con Mayra, una guatemalteca que trabajaba en una guardería. Decidimos encontrarnos en un restaurante en el centro de Chico y al principio, Mayra se mostraba un poco tímida, a lo mejor porque los trabajadores del restaurante hablaban español. Además, solo leía un libro que trajo que estaba lleno de palabras y frases vulgares guatemaltecos.
Por el bien de nuestra proyecto en peligro, Samantha y yo tuvimos que encontrar una manera para hacer que Mayra nos dijera insultos. Entonces, se nos ocurrió ponerla en situaciones hipotéticas que obligasen una respuesta grosera. La mayoría de sus respuestas contenían la frase más popular de Guatemala, “hijo de la gran puta.”
Conviene notar que, como el significado de la palabra “mierda” en Colombia, esta frase ha perdido su contenido irrespetuosa. Sin embargo, en otras situaciones, como la de “que harías si encontraras a tu esposo con otra mujer,” provocó la respuesta, “¡vete al diablo, desgraciado!”
En Guatemala, como en los otros países latinoamericanos, la mayoría de la gente es católica y entonces, el uso de términos religiosos es muy ofensivo. Decir que alguien es un “desgraciado,” es referirse al hecho de que no tiene la gracia de Dios, y se usa para expresar coraje hacia dicha persona. También, la frase “vete al diablo” tiene varias connotaciones agresivas y expresa ira.
Los párrafos anteriores sólo muestran un poquito de lo que habíamos encontrado en nuestra estudio. Falta tanto por decir con respecto a las groserías y su papel en la sociedad, que hasta Samantha y yo hemos decidido que no estamos satisfechas con sólo un ensayito sobre las malas palabras. Al fin y al cabo, después de tantas horas vertiendo a través de los datos, revisando y analizando las grabaciones se nos cautivó la idea de seguir investigando las groserías e incluso de escribir nuestro propio libro.
Ahorita Samantha está en Santiago, Chile estudiando en la Universidad y persiguiendo la investigación etnolingüística sobre las vulgaridades. Esperamos poder viajar a todos los países hispanohablantes y asimismo, explorar el fenómeno del tabú lingüístico. Jamie Fisher estudia en la Universidad Estatal de Chico, con especialidad en Estudios Latinoamericanos y español.read more